Categoría: La octava que hoy reconozco

  • 8 años viéndome a los ojos

    8 años viéndome a los ojos

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    8 AÑOS VIÉNDOME A LOS OJOS

    Este post es una continuación del ciclo de 8 años que vengo reflexionando.
    Pero no es una línea recta ni un recuento.
    Es una mirada hacia adentro.

    8 años.
    8 vueltas del reloj interno.
    8 capas que se van cayendo para dejar ver quién soy.

    En este tiempo, me vi avanzar y también retroceder.
    Vi a la mujer que fui y a la que dejé atrás.
    Vi a la que soñaba, a la que creía que ya sabía.
    Y a la que ahora se da cuenta de que hay mucho por descubrir todavía.

    Han sido 8 años de crecimiento, sí.
    Pero también de adaptación forzada.
    De aprender a estar sola de verdad.
    No sola con una pareja a medias.
    No acompañada por una mascota que da calor.
    Sola con mis pensamientos.
    Sola frente a mis miedos más antiguos.

    Desde la muerte de mi perrita, mi última mejor amiga de 15 años,
    he caminado casi 5 años en un silencio que nunca había conocido.
    Sin pareja.
    Sin relaciones de paso.
    Sin trabajo formal.
    Sin fiestas ni reuniones para evadirme.

    Me quedé conmigo.
    Y eso… fue el verdadero viaje.

    Estos 8 años me hicieron voltear a ver partes de mí que no quería mirar.
    Me obligaron a dejar de huir,
    a dejar de usar las mismas fórmulas de escape.
    Me empujaron a abrir espacios para lo que antes no cabía:

    • la espiritualidad

    • la creatividad

    • el silencio

    • la honestidad brutal conmigo misma

    Me enfrenté a lo que idealicé,
    y a lo que realmente era capaz de sostener.
    Me observé con más profundidad.
    Me habité.
    Me sostuve.

    Y aunque no ha terminado este viaje,
    hoy puedo decir que estoy parada en el centro de esta espiral.
    Viendo hacia arriba.
    Con una versión más clara de mí misma.
    Y hacia abajo… aún veo esa mujer abrumada que fui,
    pero ya no me pierdo en ella.
    Solo la reconozco,
    y tomo de ella lo que aún me sirve.

    Estos 8 años no son una historia cerrada.
    Son una pausa para mirar.
    Una recapitulación necesaria.
    Una estación para recordar de dónde vengo
    y hacia dónde todavía no sé…
    pero sí sé que seguiré subiendo.

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  • Octava en espiral

    Octava en espiral

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    Esta es una continuación de lo que comencé a compartir sobre mi ciclo de 8 años.
    Un ciclo que no fue un círculo cerrado.
    Ni un punto de regreso sin salida.

    Es un serpentín ascendente.
    Una cinta infinita en forma de 8,
    que no se queda girando en lo mismo,
    sino que sube.
    Sube en espiral, sube en conciencia,
    sube en perspectiva.

    Yo me veo a mí misma como en el centro de ese serpentín,
    viendo cómo voy dejando versiones de mí atrás,
    más abajo, más confusas, más cargadas.
    Y ahora estoy aquí, en este nuevo punto,
    que parece el mismo… pero no lo es.

    Hace 8 años, algo se rompió.
    Y comencé una vida de cuidados, de renuncias, de transformación.
    Eso ya lo conté en el primer post.
    Pero ahora quiero hablar del símbolo del 8,
    de ese boomerang sutil,
    esa pista que sube sin que lo notes,
    y de pronto estás en otro nivel,
    viendo lo mismo con otros ojos.

    Mi 8 no gira en plano.
    Mi 8 se eleva.
    Es como una autopista que se va enredando hacia arriba,
    como una serpentina de luz.
    Desde aquí puedo ver lo que no podía ver hace 8 años.
    Y no porque todo esté resuelto,
    sino porque estoy en otra octava.
    Más arriba. Más clara. Más completa.

    No es casualidad que el mismo evento —la enfermedad de mi madre—
    me haya devuelto a este punto.
    Pero ahora lo veo como una prueba de nivel.
    Un repaso. Un corte de caja.
    Un momento para preguntarme:
    ¿Qué entendí? ¿Qué solté? ¿Qué recuperé de mí misma en este tramo?

    Este segundo post no busca cerrar nada.
    Ni darle conclusión a la historia.
    Solo es un paso más en esta serie de reflexiones,
    porque este ciclo sigue vivo en mí.
    Y siento que no he terminado de explorarlo.

    Solo sé que no estoy girando en círculos.
    Estoy subiendo.
    Y desde aquí, empiezo a ver todo lo vivido
    como parte de una cinta infinita que me guía.

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  • El mismo punto, una octava más arriba

    El mismo punto, una octava más arriba

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    Hace casi exactamente 8 años, me encontré en el punto final de dos relaciones muy importantes: una amorosa y otra laboral. Ambas habían sido significativas, llenas de momentos hermosos, de crecimiento, de realización. Fueron parte fundamental de mi vida. Pero ya estaban en su final.
    Ya se sentían desgastadas.
    Y aunque lo sabía, no encontraba cómo terminarlas.
    Estaba en la búsqueda de una salida amorosa, consciente… pero no la hallaba.
    Y entonces, el evento que lo rompió todo: la enfermedad de mi madre.

    Ese fue el punto de quiebre.
    Ese fue el instante en que dejé todo para cuidarla.
    Y a partir de ahí, solté —con dolor y sin planificación— aquellas dos relaciones que ya estaban cerrando su ciclo.

    Hoy, 8 años después, me encuentro de nuevo en el mismo lugar.
    Mismo hospital, misma cafetería, mismas escaleras.
    La misma hamaca donde lloré aquella vez.
    Pero no soy la misma.
    Estoy viendo este mismo punto… desde una octava más arriba.

    Estos 8 años han sido una construcción profunda:
    una vida de servicio,
    una amistad nueva y luminosa con mi madre,
    una atención plena,
    una presencia que no conocía antes.

    Y ahora, en medio de esta nueva crisis, me pregunto si también este ciclo de 8 años está llegando a su cierre.
    ¿Es este un final o un nuevo principio?
    ¿Es este un corte de caja que me pide revisar lo que ha estado guardado, lo que ha esperado pacientemente en el cajón?
    ¿Será que es hora de retomar lo pendiente, lo que también soy?

    He buscado caminos profesionales, he buscado caminos emocionales…
    Y tal vez este momento sea una oportunidad.
    No para huir.poNo para abandonar.
    Sino para crear una nueva etapa.
    Una que integre todo lo que he vivido,
    todo lo que he aprendido,
    todo lo que he amado y lo que he soltado.
    Porque ahora puedo reconocer los ciclos.
    Puedo mirar desde más alto,
    y entender que no doy vueltas en círculo:
    asciendo en espiral.

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