El juego de la esperanza y la realidad
by Generann | Feb 26, 2025 | Blog, REFLEXIONES | 0 comments

Hoy en la fila del hospital
Mientras esperaba en la fila para los análisis de mi mamá, dos señores comenzaron a platicar. No era la primera vez que se encontraban ahí, pero tampoco eran amigos cercanos. Solo compartían algo en común: la rutina de la espera.
Uno de ellos, con las rodillas desgastadas, estaba de pie porque no podía sentarse sin dolor. El otro, con problemas de circulación y diabetes, descansaba con dificultad en una silla. A pesar de todo, hablaban con entusiasmo de algo que los mantenía vivos: el juego, la bolita, la lotería.
No hablaban de pérdidas con tristeza. Al contrario, hablaban con orgullo. Porque las mejores historias no son sobre ganar, sino sobre las veces que casi ganaron.
Uno de ellos contó que llevaba años jugando el mismo número. Era su número de la suerte, el que siempre apostaba, hasta que un día se cansó y decidió no jugarlo.
Y justo ese día, su número salió ganador.
Lo dijo sin enojo, sin arrepentimiento. Solo con la certeza de que “no era para mí”.
La gente que vive del azar
Escucharlos me hizo recordar otras historias.
Hace años conocí a alguien que estuvo casado con una de esas familias que manejaban la bolita en Yucatán. No eran simples jugadores, eran los que hacían el juego.
Él contaba lo emocionante que era moverse en la sombra, esquivando a la policía, haciendo tratos con los oficiales para que los dejaran operar. Había adrenalina en el riesgo, más allá del dinero.
Y luego estaba mi amiga, la que tenía maquinitas en el centro de la ciudad. Su negocio no era ilegal del todo, pero tampoco era completamente legal. Las maquinitas estaban estratégicamente colocadas en lugares donde la gente hacía transbordo. Los que llegaban del interior del estado, después de cobrar su sueldo, paraban ahí con el cambio que les quedaba de las compras.
No importaba si eran cinco pesos o cincuenta. La emoción de la posibilidad era más fuerte que la cantidad que pudieran ganar.
Y, claro, la policía llegaba a veces a cerrar el negocio. Pero mi amiga sabía que siempre había un “acuerdo” por hacer.
La ilusión vale más que el premio
En todo esto hay algo en común: el juego es más fuerte que la ganancia.
Los señores en la fila hablaban con entusiasmo de lo que habían perdido. Mi amigo hablaba con emoción del riesgo de manejar la bolita. Mi amiga hablaba con orgullo del tráfico de jugadores que se detenían en sus maquinitas.
Porque lo que realmente engancha no es el dinero, es la emoción.
Se sabe que la alegría de ganar algo dura poco. Lo que nos mantiene enganchados no es el premio, sino la esperanza de obtenerlo.
Es como cuando compramos algo que deseábamos mucho. Durante meses lo queremos, lo soñamos, y cuando finalmente lo tenemos… la emoción dura unas semanas, tal vez meses, pero no más.
Y el juego es igual.
Apostamos, no porque necesitemos ganar, sino porque queremos seguir sintiendo que podemos ganar.
¿Entonces jugamos por ganar o por la emoción de intentarlo?
Los dos señores que hablaban de la lotería en la fila del hospital tenían vidas muy diferentes a la riqueza con la que soñaban. Uno apenas podía sostenerse en pie, el otro tenía problemas de circulación.
Pero ahí estaban, hablando de números, de combinaciones, de la bolita.
Tal vez nunca ganen. Tal vez ni siquiera les importe.
Tal vez lo único que necesitan es seguir jugando.
💭 Y tú, ¿qué piensas? ¿La gente juega para ganar o para seguir soñando?