Lo que me rodea no es coincidencia, es aprendizaje

A veces, la vida nos coloca en escenarios que parecen ajenos, pero que en realidad son espejos de nuestro propio proceso interno. Lo que observamos con claridad en el exterior suele ser un reflejo de lo que aún seguimos trabajando dentro de nosotros.
Desde que llegué a este hogar, me ha sido imposible ignorar las dinámicas de poder que se desarrollan entre las Hermanas de la Caridad. Veo con claridad la lucha interna, los juegos de dominio, la búsqueda de reconocimiento y control. Lo veo porque está ahí… pero también lo veo porque está en mí.
No es casualidad que la vida me haya traído aquí, a un espacio donde estas tensiones resuenan con mis propias batallas internas. Mi rebeldía frente a las normas impuestas, mi necesidad de adaptarme sin perderme en el proceso, la eterna confrontación entre el ego y la humildad… todo eso sigue siendo parte de mi camino.
Pero aquí viene la clave: ¿Cómo transmutar esta energía? Porque cuando algo nos oprime, tenemos dos opciones: dejarnos arrastrar por ello o convertirlo en un motor. Y yo elijo lo segundo.
De ahí surge mi necesidad de escribir, de reflexionar, de transformar lo que veo en contenido. Porque cada experiencia, por más desafiante que sea, trae consigo un aprendizaje. Este hogar, con toda su complejidad, se ha convertido en una oportunidad única para observar, entender y, sobre todo, crecer.
En la siguiente publicación, hablaré más a fondo de la estructura de poder que he observado aquí. No desde el juicio, sino desde la comprensión de un fenómeno que no es exclusivo de este lugar, sino que se repite en distintos espacios y tiempos.
Porque al final, lo que vemos afuera es solo una invitación a mirar más adentro.
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