De adolescente, la convertí en mi espacio favorito,
caminaba 8 km solo para llegar a sentarme en el centro del paisaje , a la mayor altura de todo el complejo ceremonial.
Ahí acalorada por el viaje me dejaba acariciar por el viento que venía de sus 4 puertas y 8 ventanas abiertas al monte que le rodeaba
todavía virgen.
Así me refrescara e impactaba con su pureza y belleza
También se veían chozas a la usanza mestiza que adornaban el paisaje.
3 o 4 horas de casi completo silencio, (solo con intermitentes visitas de turistas de todo el mundo)
hacían de ese día un evento extraordinario.
Tal vez no sabía lo que pasaba dentro de mí
Solo sentía que al volver de esa aventura estaba con la “batería cargada”.
Al pasar de los años, ya no iba caminando, pues no vivía tan cerca.
Aparcaba mi auto en el pueblo de Dzibilchaltún y caminaba hacia los vestigios Mayas, para recordar un poco la travesía.
Se volvió el lugar para reflexionar eventos y cambios importantes.
Hoy ese hermoso y mágico espacio ya no es accesible para el público, no solo no se puede permanecer en su cúpula , tampoco se puede subir a la pirámide.
La famosa CASA DE LAS 7 MUÑECAS de mis años mozos, ahora es custodiada para conservarla y poder gozar sus espectaculares equinoccios – desde lejos-.
Me da gusto que la cuiden y nostalgia a la vez por no poder regresar a su silencio, su complicidad y belleza.
Soy una gran afortunada de la vida.. la conocí, la viví y ahora la llevo en mi corazón.
Un Privilegio!!!
Mayo 2016